Se decidió validar un cambio importante en la empresa. Tal vez una nueva tecnología, algún proceso, un sistema o un producto. La mejor forma de hacerlo es mediante un proyecto piloto, a veces mal llamado prueba de concepto. Para aclarar los términos, una prueba de concepto es un pequeño ejercicio para probar una idea o suposición, y un proyecto piloto es la implementación inicial de algo en producción y con un alcance limitado. Entonces, regresando a nuestro punto, se pondrá el mejor empeño y esfuerzo en lograr que sea exitoso, pero ¿qué deberíamos hacer si este tiene éxito? ¿cómo se escala? Decirle a todo el mundo que implemente la nueva solución o la nueva herramienta no funcionará.
Por lo tanto, deberán crearse las condiciones adecuadas que permitan a los diferentes equipos en la organización a adaptar el proyecto piloto a la realidad única de la empresa. Para ello, lo mejor es brindar alguna orientación sobre hasta qué punto pueden hacer se modificaciones, caso contrario disponibilizarlo durante un período de tiempo limitado. Ver lo que pueden hacer para generar nuevas soluciones o innovaciones. Capturar los aprendizajes de cada uno de los experimentos de la segunda ronda de cambios para que los equipos en la siguiente ola de implementación puedan comenzar con un abanico de posibilidades aún más amplio.
En resumen, el piloto es solo el comienzo de un proceso a largo plazo, colaborativo e iterativo. Si dejamos que se desarrolle este proceso, desbloquearemos el potencial de innovación de cualquier empresa.
Adaptación del articulo “How to Scale a Successful Pilot Project” de Ron Ashkenas y Nadim Matta.
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